jueves, 28 de octubre de 2010

Buscando faros

Uno nunca sabe como va a terminar la carrera que empieza. Ocurren imprevistos que hacen que varíen el camino, a pesar de que se tenga clara cual es la meta. Por ello cuando todo se nubla y vemos la inmensidad del océano que es la búsqueda de trabajo, tenemos que tener unos faros que nos sirvan de referencia para saber hacia donde dirigirnos.

Mi caso es muy complejo, pues la mayoría de estudiantes de publicidad sueñan con ser creativos de agencia, mentes pensantes que lleven adelante campañas con chispazos momentáneos.  Sin embargo, fuera del mundo de la publicidad, son escasos los creativos que tienen un nombre y a los que es fácil seguir. Mis referencias son por lo tanto personas que han conseguido mover un poco este mundo o que han llegado al “top” de la creatividad aún siendo “jóvenes”.

Mi primer caso es Álvar Suñol, Director General Creativo de Bassat Ogilvy Madrid,  actualmente nuevo miembro del Comité Ejecutivo del Grupo Bassat Ogilvy. Es un caso de un joven talentoso que ha estudiado en universidades de todo el mundo y ha viajado para tener una carga cultural y de conocimientos globales que le han hecho estar a cargo de la creatividad de la filial española de esta gran compañía multinacional.

Por otra parte quiero hablar de César García,  presidente y director creativo de la agencia Bob en Madrid. Ha llegado a ser  director creativo de Contrapunto y Young&Rubicam y ha sido máximo responsable creativo de Saatchi&Saatchi España y J. WalterThompson Madrid. Sin embargo quiso apartarse de esas agencias para montar lo que él considera “la primera agencia de nueva publicidad” en España. Lo que me gusta de este caso es que es alguien que ha cambiado su vida siendo valiente para llevar adelante una idea y ha podido cambiar su forma de pensar y de plantearse su trabajo. Ello escrito en su libro Bob.


Por último, mi ejemplo de líder creativo preferido es Toni Segarra. Alguien que tiene una forma distinta de mirar las cosas. Ha conseguido premios por todo el mundo en su agencia  *S, C, P, F,… Pasó por diversas agencias, entre ellas Contrapunto (como no) y después de estar en la multinacional Delvico Bates donde consiguió 85 premios en un año, decidió crear su propia agencia. A él se le deben campañas como la de “¿Te gusta conducir?”, “Be water my friend” o “Esto solo lo arreglamos entre todos”. En definitiva es un creativo que se mueve por ideas y que las valora, sabiendo diferenciar lo impactante de lo tradicional.

Para poder seguir la estela de cualquiera de estos genios, es necesario tener ciertas aptitudes innatas, pero también saber compatibilizarlas con estudios y vivencias. Mi principal carencia es un nivel de idiomas suficientemente alto como para poder discutir de fútbol, de política y de coches en un mismo día. Necesito poder hablar con gente de otros países y no tener el miedo del cateto español. Pero ese no es el único requisito. Todos los creativos empiezan con algún chispazo que demuestra su talento. Me falta esa carta de presentación. Yo no puedo estudiar en grandes universidades privadas que ensalcen mi currículum de manera casi mafiosa, por tanto lo que debo hacer es dar el disparo certero en el momento adecuado. Debo tener una gran carta de presentación que impacte y ese es mi gran reto para completar mi formación. Creo que es así, pues datos tiene todo el mundo, pero datos que emocionen no.


Y esta es una noticia que he visto hace poco y que me ha encendido una bombilla.


adoftheword.com

jueves, 21 de octubre de 2010

Busca, busca, que yo te encuentro


Google, el nuevo juez de Internet. Había un tiempo en el que se decía “hasta que no sales en… no existes”. Ahora tu reputación está directamente relacionada con lo que Google dice de ti. Y no es que debas tener más búsquedas que ningún otro, sino que lo que se diga de ti sea bueno. ¿Pero qué es ser bueno? Depende el caso.

Recuerdo un caso que nos presentaron de un futuro creativo que para llamar la atención de los grandes jefes de las agencias, puso su propio nombre junto al de los directores en páginas web creadas por él mismo. Esto dio a que por el aburrimiento (y el egocentrismo) de los grandes creativos de buscar cuantos resultados tenían de sus propios nombres, encontraron con un supuesto anuncio de un joven estudiante que demandaba una entrevista con ellos. Eso no quiere decir que pudiera conseguir el puesto, pero sí un chispazo en la mente de sus posibles jefes que le dieron la oportunidad. El resultado final es otra cosa.
En definitiva, lo que Google dice de ti sirva casi en exclusiva para descartar. Nadie quiere contratar a alguien cuyos primeros resultados en el “gran buscador” sean fotos de Facebook estando de borrachera. Mi caso por suerte no es eso.
Yo parezco un dependiente del estado, ya que la mayoría de mis resultados de la búsqueda de mi nombre son listas interminables de becas u otros pasos burocráticos similares. También destacan en primer lugar varios de mis blogs usados en diferentes clases, cosa que me da cierto margen a la hora de saber adaptar mi perfil en la red.
Sólo con un poco de iniciativa puedo adaptar las palabras claves y formar una serie de páginas web que redireccionen e mi perfil profesional. Me gustaría aparecer como alguien proactivo y que tiene sus momentos de ocio, pero que no le impiden ser útil en su trabajo. Por ello quiero luchar para ser creativo y dar una imagen no demasiado rígida para el ojo del Gran Hermano moderno, Google.

miércoles, 6 de octubre de 2010

¿Y tú quién eres?

Pongámonos en situación. Un joven, de esos que se encuentra entre el 40% de paro por haber nacido posterior a grandes guerras o dictaduras, se sienta con su mejor traje, el que le han dicho sus padres que le dará confianza, delante de una gran mesa de diseño. Detrás de ésta un fumador de puros empedernido mira con desprecio esos folios que resumen los logros y aptitudes de tu corta pero esperanzadora vida.
Cinco minutos más tarde está saliendo de esa inmensa estancia traspasando la barrera de humo que impregna tu traje. Ya sabe que tendrá que ir a la tintorería si no quiere que le confundan con una hoguera en movimiento.
Pero seamos sinceros, nunca nos entrevistaría el fumador. Cuando el joven está en un pasillo con la legión de trajeados compañeros de demandantes de empleo que te miran con cara de “voy a rebajarme tanto que jamás sabrás qué es lo que significa trabajar aquí”, le abrirá la puerta del despacho de entrevistas algún joven de recursos humanos que como él, pasó exactamente lo mismo hace unos meses pero con una diferencia clave;  ya está dentro. Eso le convierte en parte del sistema y por lo tanto su empatía hacia el entrevistado es la misma que podría tener hacía el bolígrafo de empresa con el que tacha tu nombre de la lista.
Cuando el joven vuelve a casa y ven su cara de “me han dicho que me llamarán pero sé que no es así”, su familia le consuela con “bueno, ya tendrás más suerte la próxima vez”. Suerte. Estudios superiores, master, dominio de idiomas, de herramientas de informática, de diseño, un nivel cultural superior a la media nacional y predisposición a ser pisoteado con el fin de poder trabajar. Sin embargo lo necesario es suerte.
Éste no es mi caso (todavía), pero sé que tengo muchas probabilidades de que lo sea. Es evolución natural. El hombre nace, crece, estudia más que todas las generaciones anteriores juntas, pero no está lo suficientemente preparado. El dictamen de pantocrátor del empresario de mediana edad casi sin estudios pero con un ego mayor que la longitud de su cinturón, choca contra nuestras aspiraciones laborales. 
Ahora es cuando debería dar una solución al problema. Soltar con confianza la lección aprendida y cambiar mi destino con palabras rimbombantes. Pero no creo que sirva de mucho decir “confía en tu esfuerzo, innova, se creativo, adáptate a lo que te venga, adelántate a los cambios, supérate a ti mismo…”. Y no lo creo por la sencilla razón de que esos problemas seguirán estando ahí. Problemas estructurales creados por aquellos a quienes más les beneficia. Yo no soy un posible empleado, soy un nombre. No soy innovador, soy un traje. Y sobre todo no soy un experto, soy un desconocido.  Mira, puede que al final si que haya podido sacar una conclusión. Búscate tus propios enchufes, sé el novio, el sobrino, el amigo o el compañero de sauna, pero no seas nadie o te acabarán preguntándote cuando te arrastres por un empleo “¿y tú quién eres?”.